Se cumplen 10 años desde que Bajando al Sur comenzara su viaje. Un recorrido personal y social empecinado en promover y aplicar el arte, y en concreto el teatro de los y las oprimidas, como herramienta para la transformación social. Y la primera palabra que se nos viene a la cabeza es increíble.
Increíble porque nadie hubiera creído en sus inicios que diez años después siguiéramos en pie. Una asociación que surgió para responder a algo muy concreto: un proyecto de promoción de los derechos humanos a través del teatro en Latinoamérica. Nadie lo hubiera creído y sin embargo, ese proyecto fue el primer paso.
Bajando a las raíces del teatro social
La idea inicial era lanzarnos a recorrer pueblos y ciudades de varios países latinoamericanos. ¿Cómo? Con una obra de teatro en la maleta como forma de intercambio y con la enorme riqueza que es encontrarse. Un encuentro especial allí, con las distintas culturas del continente del realismo mágico.
Nos inspiraba la Barraca de García Lorca, a la que nos acercamos a través del Festival Unitínere: un proyecto que vivimos unos estudiantes universitarios descarriados gracias al compromiso, las enseñanzas y las locuras de nuestro admirado Domingo Ortega.
Aquella idea se fue asentando y acotando con el tiempo. Se transformó en el proyecto “Acercando Culturas”. Fue subvencionado por la Agencia Española de Cooperación al Desarrollo y realizado junto con la asociación paraguaya Vincularte. Se hizo en varias poblaciones de Paraguay, en concreto en Asunción (capital), Villarrica (en concreto una aldea próxima) y Encarnación (donde está la triple frontera con Brasil y Argentina).
Fueron seis meses al otro lado del charco, bañados con las ilusiones y retos de más de 80 estudiantes, 14 organizaciones y 300 personas. Gran parte de ellas fueron audiencia y a la vez actores y actrices de sus propias historias. Con sus intervenciones nos conmovieron y a la vez nos llevaron a repensarnos nuestro lugar en el mundo.
De grupo en grupo activista por un arte transformador
De regreso a la península histérica, empezamos tres años de creación de obras de teatro, performances en la calle y actos de la mano de SOS Racismo y el espléndido grupo ¿De qué color SOS?. Un grupo de activistas-artistas comprometido en la lucha por los derechos de las personas migrantes.
Y después fueron de nuevo tres años con el grupo de teatro de la plataforma No Somos Delito, volcado en defender la libertad de expresión y confrontar la Ley Mordaza. Una defensa que llevamos a espacios de lo más variado, de la calle o el metro hasta centros sociales, teatros y bibliotecas.
Por el camino, la asociación Bajando al Sur fue cogiendo vida propia, nutrida por quienes hemos y han transitado por sus actividades y representaciones, y se ha convertido en un lugar de encuentro para compartir experiencias de personas fabulosas, comprometidas con mejorar al menos un poco este mundo, o si acaso a nosotros y nosotras mismas y a nuestros entornos más próximos.
Formaciones y talleres para multiplicarnos
En esos nueve años después de Paraguay, comenzamos a hacer más talleres para trabajar los derechos humanos. Trabajamos sobre el derecho al agua, la movilidad humana, la diversidad cultural o la movilización. Fueron, y son, lugares muy simbólicos, como residencias de estudiantes, centros sociales o salas de teatro del barrio de Lavapiés.
Estos talleres, habitados por artistas interesadas en hacer un teatro más social, activistas que querían canalizar su labor social de manera más artística, o personas que buscaban un lugar donde encontrarse y compartir inquietudes, fueron un lugar para dar y recibir calor social. Lugar para el juego, el disfrute y la risa compartida. Lugar en que crecía un interés común que movilizaba al grupo. Todo ello mediante las técnicas del Teatro del Oprimido (TO) de Augusto Boal y la pedagogía de Paulo Freire. Sus principios han sido la base exitosa de cada uno de los encuentros y cursos de Bajando al Sur.
Años de expansión, festivales y encuentros
Más que un paso, un salto adelante fue la organización de los 3 Festivales TOMA Teatro (2016 – 2018) junto con la asociación Meta Comunica. Un barrio, Lavapiés, se convirtió en lugar de encuentro e intercambio. Compartir experiencias, técnicas y creaciones de teatro social, con más de 500 participantes en cada una de sus ediciones. Y sumamos un granito de arena para difundir el TO. Una disciplina que merece mucho más apoyo institucional. Una disciplina que, una vez descubierta, nos cambia la vida para mejor.
Llegamos a estos últimos años en los que gracias a la cooperación con Meta Comunica creamos una metodología conjunta que combina teatro y comunicación social, logramos llevar una pieza de Teatro Legislativo al Congreso de los Diputados (con representación, foro y debate legislativo), y comenzamos una formación anual continuada en colaboración con el Teatro del Barrio.
La pandemia nos hizo parar como sucede en el Teatro Foro cuando suena STOP y no nos permitirá festejar estos diez años como nos hubiera gustado, con una buena celebración llena de abrazos. Ese STOP nos ha abierto una ventana para mirarnos hacia dentro y hacia atrás, repensarnos, respirar un poco en esta vida de ritmo ajetreado, y renovar energías para mirar adelante.
Novedades para celebrarlo
Hemos actualizado nuestra imagen con un nuevo logo, organizado y revitalizado la comunicación de nuestra actividad con una nueva página web y hemos transformado en video estos diez años con la ayuda de amigas y amigos de entonces y de ahora.
Si estás ahora leyéndonos y has llegado hasta aquí es porque de alguna manera nos has acompañado al menos en alguna etapa de nuestras vidas y una parte de estos diez años te pertenece:
Gracias por lo que vivimos y aprendimos juntos y juntas, ya fuera bajando de la mano a las profundidades de nuestro ser, como rozando con nuestros dedos la miel de los escenarios, sintiendo el retumbar de tambores de las manifestaciones cargadas de dignidad, o iluminando nuestros cuerpos con el calor de los abrazos.
Por unos diez años increíbles,
Carlos, Antonio y Zósimo
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