Un chaval deja de ir a su clase del instituto y se queda fumando porros fuera del centro. El joven arrastra a su novia y otra compañera de clase a hacer lo mismo. Al cabo de un tiempo, los tres empiezan a vender hachís. La historia se interrumpe, empieza el debate entre el público sobre la representación que estaban viendo en el escenario del Teatro del Barrio de Madrid. El público analiza la situación, opina y estudia cuáles son las relaciones entre los distintos personajes; cuáles son las opresiones que ejercen estos tres jóvenes entre sí; qué aspectos de la sociedad les influyen en sus decisiones… Cuando alguien desde el patio de butacas propone un cambio en alguna actitud de alguno de los personajes o alguna modificación en la historia como solución a alguno de los conflictos que se plantean en la escena, es invitado a que suba al escenario y a que intente llevarlo a cabo. El resto de personajes actuarán consecuentemente, se demostrará si el cambio propuesto por el espectador desencadena una transformación social o no.
Esta técnica teatral utilizada para analizar los conflictos y opresiones sociales y para generar un cambio ante los mismos se denomina teatro foro, y es una de las utilizadas en el teatro del oprimido, una forma de hacer teatro impulsada en los 70 del siglo pasado por el dramaturgo, actor y pedagogo brasileño Augusto Boal. “Se trata del teatro de las clases oprimidas y para los oprimidos, para desarrollar una lucha contra estructuras opresoras”, así definía el propio Boal a este conjunto de técnicas teatrales. Efectivamente, mediante estas representaciones y las posteriores sustituciones y la participación del público, los asistentes toman conciencia de cuáles son los problemas a combatir y cuáles pueden ser las alternativas. Sobre todo esto estuvieron debatiendo, probando y desarrollando talleres varias compañías durante varios días en Madrid, en el Encuentro de Teatro de los Oprimidos de Madrid, organizado por el grupo teatral Bajando al Sur, el cual desarrolla estas técnicas del oprimido, y por el colectivo Meta-Comunica.
“Hemos lanzado este encuentro porque creemos que esta herramienta es fundamental para la transformación social, rompe con la barrera del espectador y la escena, el espectador entra en escena y cambia la situación”, describe a cuartopoder.es una de las organizadoras del encuentro, Alba Villanueva. “Hay varios personajes, tanto opresores como oprimidos, que desarrollan una historia, la cual se detiene y se lanzan preguntas al público sobre qué se debe cambiar”, cuenta esta activista. “Esta técnica”, explica, “se puede poner en práctica en escenas de opresión reales, encontrar nuevas formas de tratar un tema, un conflicto”. Villanueva forma parte de NoSomosDelito, desde donde utilizan el teatro como una de las herramientas para denunciar y protestar contra las ‘leyes mordaza‘. La escena de los tres jóvenes del instituto que cambian sus clases por fumar porros surge de un taller que desarrolló la compañía La Rueda Teatro Social en un instituto de un barrio conflictivo. Utilizan la realidad para generar una pieza teatral y representarla y luego el público que se identifica con esa situación decide cambiarla.
“Tratamos de extender el teatro a todas aquellas personas y colectivos que se quieren valer del teatro para entender el mundo y explicar su manera de entenderlo, para expresar lo que sienten, lo que temen, por lo que quieren luchar… La gama de posibilidades que ofrece este teatro es muy amplia”, explica Fernando Gallego, de la compañía La Rueda Teatro Social. “Nosotros lo utilizamos para abrir reflexiones y diálogos que permitan que miremos la realidad de una manera más profunda a partir de la cual podamos tener una conciencia más amplia de cómo suceden las cosas, cómo nos afectan, qué parte de nosotros hay en los conflictos, qué parte puede ser una llave para desbloquear conflictos…”, añade este actor.
Otro de los colectivos participantes en el encuentro fue Tres Social. Emma Luque, integrante de este grupo, describe las tareas que desarrollan: “Hacemos un teatro revolucionario para el empoderamiento social, con proyectos de incidencia política, de intervención social y educativa y una escuela de agentes multiplicadores”. Este teatro permite “ver las opresiones internas del sistema en el que vivimos para poder liberarnos de esos engranajes y mirar al mundo con más salud emocional, mental y espiritual y desde ahí poder mirar al sistema, identificar las estructuras de poder y de opresión y enfrentarnos a estas estructuras después de habernos liberado de nuestras opresiones internas”, explica Luque, para quien participar en un proceso de este tipo supone “una transformación humana, personal, después colectiva, del grupo, para desde ahí conseguir una transformación radical del sistema”.
Por su parte, Alba Villanueva elogia las posibilidades del teatro del oprimido: “La opresión puede venir de muchos sitios, del sistema, de la cultura, de alguna persona en particular… Con las técnicas del teatro del oprimido podemos detectarla y terminar con ella”. Esta activista de NoSomosDelito cuenta cómo utilizan el teatro como medio de lucha política y social: “Una de las herramientas del teatro del oprimido es la acción directa, el teatro de NoSomosDelito actúa en este ámbito para denunciar las consecuencias de las ‘leyes mordaza’. Hay otra herramienta que es el teatro legislativo, que creemos que puede tener buena práctica en nuestras denuncias”. El teatro legislativo es una herramienta del teatro del oprimido que sirve para que la comunidad encuentre las leyes que mejor regulan su vida en sociedad.
En el cierre de las jornadas, el domingo 22 de mayo, más de un centenar de personas se mostraron agradecidas e ilusionadas por la experiencia. Las compañías participantes están satisfechas con haber encontrado este punto de encuentro y compartir experiencias con otros colectivos que utilizan las mismas técnicas y lenguajes teatrales, así como por haber visibilizado el teatro del oprimido en Madrid. “En América Latina se utiliza mucho para resolver conflictos sociales o para generar procesos políticos y comunitarios, pero aquí no se conoce y es muy útil porque es un teatro horizontal y asambleario”, considera Villanueva. Por su parte, Emma Luque valora que este teatro “consigue un cambio muy importante, genera una capacidad de escucha, de empatía. Se encuentran claves para comprender al otro y desde ahí, con toda la fuerza del mundo, se puede señalar con el dedo a los conflictos y meterlo en llaga del sistema para desestructurarlo. Se crea mucha fuerza colectiva y cosmovisión para transformar la cultura en la que vivimos”.
Fernando Gallego asegura que este encuentro ha sido “una experiencia muy positiva” y ya piensa en que se celebren más como éste. “Mientras tanto seguimos trabajando con grupos que quieren utilizar el teatro para plantear conflictos al resto de la sociedad”, relata. “Ya hemos trabajado con personas sin hogar, inmigrantes sin papeles, con adolescentes, en cárceles, con profesores y alumnos universitarios…”, añade. Y es que el teatro del oprimido abre un nuevo campo de posibilidades, no sólo para el ámbito más estrictamente teatral, sino también para los movimientos sociales y para el campo educativo. “Una gran parte de las personas que participan en los talleres relacionados con este teatro provienen del campo de la educación, son profesores, educadores o trabajadores sociales, así como integrantes de los movimientos sociales, pero no es una técnica muy extendida en la propia profesión del teatro”, dice Gallego. Quieren repetir el encuentro el año que viene, con más compañías y más activistas. Creen que el teatro del oprimido tiene mucho que aportar en un momento que muchos de los asistentes consideran de cambio político y social.
[Éste artículo fue escrito por Sato Díaz y publicado el 30 de mayo de 2016 en Cuarto Poder]